Testimonio.
Lucas 5: 31 - 32—No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos —contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan.

La brujería era nuestro Dios.

Angel Feliciano, Puerto Rico.

Crecí en una familia disfuncional, mi madre era víctima de violencia doméstica, yo soy el menor de seis hermanos.

Crecí odiando a mi papá por esa situación, mi madre logra separarse de él, ella cae en la brujería, eso era lo que mi papá (espiritista de segunda generación) le había enseñado a ella, decían que yo sería el sucesor de mi papá en ese ámbito, mi madre construyó dos altares en mi cuarto.

A la edad de once años yo quería tener un arma, ser un vendedor de droga reconocido. A mis catorce años lleno de amargura y odio, ya no sentía ningún tipo de empatía por los demás, era una indiferencia total hacia otros y conmigo mismo.

Una vez mi amigo estaba insistiendo que lo acompañara pero cuando iba de camino, un predicador me dijo: Cristo te ama, no pude llegar al encuentro, se escucharon varias detonaciones, mi amigo había muerto.

Pasa el tiempo, mi mamá sumergida cada vez más en la brujería, más personas llegando a casa hablando de lo que decían los muertos, en esa dinámica mi papá se convierte a Cristo.

A los 15 años un huracán dejó estragos en mi localidad, yo estaba fumando, robando, haciendo lo malo, por ciertas circunstancias me escondo, en ese periodo perdí a quince personas cercanas, estaba con miedo de ser el próximo. Llevaba 72 horas sin ingerir drogas, estaba que me volvía loco, mi madre me llevó un regalo que me habían llevado, era la Biblia, a partir de ahí todo cambió.

Fui a la iglesia, cuando estaban ministrando me dice, así te dice el Señor:

  • Te voy a sacar del camino en el que estás, para que luego vayas donde ellos y les hables de mí.

Me siguen ministrando, desde ese mismo instante yo sentí que Dios rompía las cadenas que había en mí.

Pasaron una serie de cosas, mi familia me manda a los Estados Unidos, me involucro en unas peleas, vuelvo a Puerto Rico, yo con unas ansias de conocer más de Dios, de saber de su palabra, de buscarlo en oración, tenía una gran sed por Dios.

Empecé a hablarle de Dios a los demás, a ir a esos lugares donde nadie quiere entrar, donde está la droga, el drogadicto, el vendedor, el delincuente, el brujo. Dios me llevó a través de todos esos lugares para predicar su palabra.

A los dieciocho años de edad Dios me llama al ministerio de Pastor, empezamos con cinco miembros, fue creciendo el número de almas para Cristo. Fue un mover del poder de Dios tremendo en ese lugar.

Dios me llevó a perdonar a mi padre por todo lo que había sucedido, eso sanó mi corazón por completo, mi padre también nos pidió perdón, por eso es lo que hace el evangelio de Jesús, cambia vidas.

Mi madre se volvió a los pies de Cristo para honra y gloria del Señor, hoy por hoy nos dedicamos a buscar almas para Cristo, porque Jesús vino al mundo a salvar a aquel que se había perdido.

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Jesús es la Vida

En tiempos difíciles tenemos una única esperanza para continuar en la vida, creer en Jesús y en su promesa. Orando por nuestra salud y protección.

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